Lápiz y papel

 

   Por razones un tanto obvias a estas alturas y tras los años pandémicos, mi relación con el papel ha cambiado mucho.

   Incluso ahora mismo, intentando comenzar esta pieza, una parte de mi siente miedo. Miedo por no poder regresar a esta relación, que, cual reconciliación de pareja, trae implícitos cambios, una nueva forma de entenderse y al mundo (en el mejor de los casos).

   Y es que puedo sentir cómo los engranajes en mi cabeza y su giro poseen un desfase, una suerte de lentitud, un fluir más calmado, pausado.

   Ciertamente, la escritura en papel posee una magia, algo que Gazmuri en Bonsai, de Alejandro Zambra denomina "pulsión” y yo lo veo incluso como algo terapéutico, un medio para forjar o perfilar el carácter. Está claro que no hablo de una escritura como la que llevan a cabo los japoneses, que dibujan un solo carácter de forma perfecta usando la tinta… esto es algo más burdo.

   Sin embargo, con el paso de los años se me hace cada vez más difícil mantener esta relación, que, a estas alturas, ya parece una relación a distancia.

   No me malinterpreten, no es una relación fallida, todo lo contrario, pero la tecnología, la responsabilidad y el trabajo la vuelven cada vez más distante, y yo creo que de ahí mismo viene esta inquietud.

   Justamente ahora, alcancé mi progreso en papel y empiezo a escribir directo en el ordenador, donde mis ideas se conectan a través de mi cerebro y la punta de mis dedos. Y puedo sentir la diferencia, siento la velocidad acrecentada, pero al mismo tiempo, siento que algo falta. Una parte de mi mente se siente engañada, como si un trabajador perdiera su empleo, como posó en su momento con los escribanos, aquellas personas que se dedicaban a trascribir todo lo que salía de sus clientes con total precisión y atención.

   Porque, claro, en la época de la grabadora y el conversor de voz a texto de los buscadores inteligentes, una parte de nuestra mente ha sufrido cambios.

   No es que quiera irme por las ramas, mas, muchas de las habilidades que nos ponían a prueba en nuestra interacción con el mundo ya no son las mismas. Cuando yo era pequeño, mi memoria (que siempre sentí disminuida por naturaleza) era capaz de recordar al menos diez números telefónicos, con apenas un poco de esfuerzo. Y de esta misma forma, llenaba hojas y hojas de cuaderno durante mi etapa escolar y universitaria, porque escribir en un computador no era algo que pudiese hacerse siempre.

   Por esta razón, me he propuesto, usando una libreta de bolsillo, retomar el viejo hábito de escribir a mano mis ideas, mis quehaceres, mis historias y mis poemas (malísimos en su mayoría).

   Siempre he pensado, como fan de Dune, en lo poderosa que es la mente humana, reflejado su alcance en la novela a través de las distintas escuelas de adiestramiento: las Bene Geserit; los Mentats, los doctores Suk, escuelas que se formaron justamente para no tener que depender de ordenadores. Ahora, miro mi Smartphone, miro mi ordenador de escritorio, y pienso que tal vez, la solución no está en desterrar ni lo uno ni lo otro. La solución a mi parecer, es integrar ambas cosas, como lo solía hacer hace cosa de tres o cuatro años atrás.

   Es por cosas como esa que también me cuestiono la capacidad del tiempo de volvernos sabios. Tiendo a pensar a veces que incluso, puede que en el pasado hayamos sido más sabios que ahora de alguna manera…

   Pero creo que ahora sí me estoy yendo por las ramas.

   La cosa se resume en que intentaré retomar la escritura manuscrita, volveré a hablar en algún momento sobre Dune, y la tinta siempre caerá sobre la hoja, ya sea en bolígrafo, líquida o en pixel.

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