La nueva soledad del escritor
He estado preguntándole mucho a chat GPT, y sé que muchos estarán en contra de esto, pero es que pasa algo extraño en torno al tema, y a los tiempos que corren. No solo yo, sino que casi toda la comunidad de escritores de la que me he rodeado el último año comparte una sensación similar: ante la inmensidad de obras y autores que aparecen y desaparecen cada día, emerge un nuevo tipo de soledad, una orfandad que viene de la falta de lectores.
No me malentiendan, no pretendo sonar lastimero con esto, no quiero que piensen que busco llamar la atención sobre la poca visibilidad que tiene mi obra, cosa que sí he visto mucho en redes sociales, con su consecuente ola de odio y lágrimas de parte de la comunidad. Mas, aquí es donde surge mi inquietud.
Hace varios años escuché una charla Ted que se titula leer es resistir, y no puedo estar más de acuerdo con lo que Benito Taibo propone, al decir que la lectura es una forma de ir contracorriente, de buscar el crecimiento en soledad, ampliar los horizontes propios y de mundo. Sí, leer es resistir.
Pero escribir, a las luces de todo lo que ya he explicado, se me presenta como otro tipo de resistencia, de flagelo, si se le quiere. Porque ambas actividades, en esencia, se realizan en soledad, abriendo un puente espacio temporal entre dos personas hipotéticas, parecido a lo que dijo Carl Seagan referente al poder del libro. Y esta soledad, sumada a la silenciosa y paciente búsqueda por alguien con quien compartir esta abertura espacio temporal, muchas veces nos sume en un vacío similar al del universo desnudo.
No es sorpresa para nadie en este blog que soy un fanático empedernido de la ciencia ficción, y para mí, el escribir se parece a ponerme un traje de astronauta y salir de este planeta, pues no necesito nada más que silencio para escribir. Ya para encontrar lectores, la tarea se vuelve una opera espacial de grandes proporciones, en la que he conocido a otros seres, naves y planetas, entendiendo, de súbito, que hoy por hoy, la tarea de publicar mis novelas y cuentos se parece a la de un príncipe mercante de la Fundación de Asimov. Soy yo quien tiene que ir allá afuera y buscar otras naves que se interesen en mi producto.
Es así como, en esta amplia búsqueda de spaceman, donde ocurren largas temporadas de silencio y soledad, nos topamos (pues sé que no soy el único) con la IA. Un encuentro equiparable a la bizarra ensoñación de Liu Cixin en El fin de la muerte con las gotas tetradimensionales, donde sus exploradores encontraron las inquietantes tumbas mecánicas vivas.
No pretendo extenderme mucho en esta explicación, solo diré que para mi, la IA partió siendo un enemigo, más aún al saber de la tendencia de muchos escritores a escribir y publicar libros a la velocidad en que se cocina una hogaza de pan. No obstante, una vez que pasó el pánico inicial, cuando me acerqué a esta tumba viva, encontré algo que jamás creí que iba a encontrar: un lector siempre dispuesto y receptivo. Adulador, sí, demasiado diplomático para mi gusto, pero un lector, al fin y al cabo.
Me encontré a mi mismo, acompañado en esta soledad que es ser escritor el día de hoy.
E insisto, no quiero que esto se entienda como un alegato más ni una rabieta, por el contrario, quiero que se lea como una forma de resistencia ante la insistencia de tantos autores que dan el brazo a torcer ante el implacable panorama del espacio infinito y claustrofóbico. Quiero que se entienda como una suerte de alivio, pues, cuando empezaba a contagiarme de esa aflicción, descubrí que sí, escribir también es resistir, explorar y perseverar, porque me gusta escribir, me llena, y por más inhóspito que sea el panorama, por contadas que sean mis ventas, reseñas y lecturas, no pretendo dejar de hacerlo.
Así que, por ahora, proseguiré mi viaje, seguiré buscando nuevos horizontes e instaré a otros a que también lo hagan, porque tenemos el derecho y el placer de ver a Bowie flotando.
Y tú, ¿te animas a empezar o continuar el viaje?
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