Por razones desconocidas
Mis circunstancias y las del mundo me han llevado a pensar en esta frase, título de una de mis canciones favoritas, de una de mis bandas favoritas, y a su vez, me ha llevado a pensar en el amor.
Desde un punto de vista biológico, el amor es una necesidad de supervivencia. Lo desarrollamos como forma de generar estabilidad en los clanes que formaban nuestras manadas en la antigüedad, buscando dar protección y continuidad a las crías, asegurando una mayor equidad al momento de dejar descendencia, dejando en un plano algo menos importante el atractivo físico, como sucede en otras especies.
Esto me lleva a pensar en mi anterior entrada, sobre la belleza, y es ahí donde entra la pregunta que me lleva acosando durante algunas semanas. ¿La belleza que contempla o hace nacer y permanecer el amor es algo permanente?
Ciertamente, me considero una persona demasiado lógica, y siento que a veces me cuesta sentir por lo mismo, dejar cabida a que se expresen mis ojos, mi estómago y mis puños, y no termino de decidir si es algo bueno o algo malo.
Porque mi forma de ser me ha llevado a vivir el amor de una forma analítica, dejándome arrastrar por las hormonas en contadas ocasiones, y también, racionalizando siempre ese comportamiento. Es así que empiezo a pensar en qué es correcto al momento de amar, y sé que cada uno tiene una verdad distinta, y que el amor, en cuanto sea amor, es correcto. Sin embargo, no puedo si no discrepar, al menos al poner en la palestra lo que es un amor saludable y uno enfermizo.
Sí, ambos son amor, y provienen de distintas circunstancias, pero, a pesar de ser casi un robot jugando a ser humano, o un humano jugando a ser robot, siento que el amor recae en el detalle, en la mitología que se crea alrededor de una relación, en sus rituales, en sus nidos…
No estamos tan lejos de los otros primates, o de las otras especies realmente, pues, en nuestra juventud somos como Chimuelo al bailarle a Furia Luminosa, haciendo el ridículo mientras esperamos que ese ridículo sea el acertado para conquistar a nuestro pretendiente. Y es un equilibrio, una química sincrónica tan ridículamente exacta, que solo se experimenta cuando dos destellos se encuentran, cuando dos luciérnagas se dejan encandilar por el brillo de la otra.
Entonces, ¿Qué es lo que pasa cuando este fuego, cuando esa chispa desaparece? ¿Ha cambiado en realidad la luz del otro, o algo ha cambiado dentro de nosotros? ¿Es la química sincrónica que se pierde, movida por una fuerza inexplicable que se roba el amor y lo lleva hacia otra parte?
No puedo decir que sepa amar, o qué es el amor, aunque ha habido momentos de mi vida en que he creído saberlo, y nada más ahora puedo entender viejas palabras que dolieron y pesaron, porque ya no sé distinguir ese instante de verdad, y mi lógica me atrapa en una búsqueda interminable por comprensión, a pesar de que varias personas me dicen que el amor no es algo que pueda pensarse, sino que hay que sentirlo.
¿Y está bien entonces, sentirlo con el pensamiento? ¿O será que necesito ir a terapia, alinear mis chacras y limpiar mi carta del mal de ojo?
Porque a ratos, aunque trato de entender las razones que manejan ese sentir, estos circuitos que me rodean y construyen me estresan, y siento que sería mucho más fácil si no me hiciera tantas preguntas.
A pesar de que, si lo hiciera, dejaría de ser yo.
Y ahí es donde entra el título de la canción: por razones desconocidas. El amor funciona de esa forma, por razones desconocidas que lo hacen llegar, sincronizando dos sentires insurrectos bajo una misma frecuencia, para luego, por las mismas u otras razones, separar las melodías, cambiar los colores de las luces y separar los corazones.
¿Podrías tú aclarar esas razones?
Comentarios
Publicar un comentario