Belleza

 

   ¿Qué es la belleza? Hablo de la belleza de la carne, de lo que nuestros genes y nuestra cultura indican que es bello. No entiendo muy bien que me llevó a pensar en ello, aunque puedo achacarlo a mi breve paso por el mundo exterior de hoy, ver otras caras y lugares, algo que ya no es tan común como solía ser.

   Me acerco a los 30 y creo que la edad empieza a llevarme a derroteros que no había considerado antes, tales como la juventud y si pujante energía y apetito.

   Sin cerrar mis ojos, en mi mente vuelvo a los 17, cuando mi cerebro estaba en otro plano, debatiendo sobre lo que nos vuelve humanos, lo que nos ata a un cuerpo y sus reglas, dejando muy de lado todo lo que implicaba el goce del lívido y su fruta.

   No me siento exactamente estúpido por esta cualidad que no he podido encontrar en tantas personas, pero si desdoblado; que mis procesos fueron inversos, y no estoy seguro de ser el único, no…  no lo creo realmente, mas pensar en la belleza ahora me hace avergonzar, cual si ya no tuviese derecho a hacerlo. Casi imagino al policía recriminándome ya no estar en edad para contemplar estos prados. Casi siento las esposas en mi muñeca y mi cabeza tocando el capó de la patrulla, me siento atrapado y estafado al mismo tiempo.

   Como si la vida hubiese pasado tan rápido, que, aun sintiendo que la he disfrutado, quisiera seguir exprimiéndola, sacando hasta la última gota a aquellas frutas que ya se han usado.

   Y vuelvo a mi pregunta inicial, encontrando una respuesta sencilla, satisfactoria e inquietante a partes iguales: La belleza está en la percepción de quien la contempla…

   Y es satisfactoria en cuanto puedo mover la cabeza en son de afirmación, reconociendo mi individualidad. Pero inquietante en cuanto a su posesión, sin comprender si lo que se contempla puede decirse bello por sí mismo, o si solo lo es en cuanto es adjetivado desde fuera.

   El cabello largo de una mujer, los brazos anchos de trabajo de un jornalero, la flor que antecede al limón, el andar calmado de una mascota.

   Y lo único que puedo llegar a dar por concluido es mi etéreo viaje de un tema a otro, mientras miro a mi yo de quince años y su inocencia, me acerco sin que pueda reconocerme, revuelvo su pelo y le digo que seguimos siendo los mismos pensadores dubitativos que el mundo mira con extrañeza. Y le digo que jamás deje de pensar en tanta cosa, y es decírmelo a mí mismo en la actualidad.

   Porque creo que la aceptación es otra forma de belleza, la única genuinamente propia.

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