Hilos que se alejan, hilos que se tensan.
La amistad siempre ha sido un eje central en mi vida, y lo sigue siendo hasta el día de hoy. Sin embargo, cuando vas quemando etapas, cuando ésta empieza a configurarse en lo que podríamos decir, tu propio núcleo, la amistad va tomando nuevas formas y nuevas distancias.
Ya no consideras amigos, con todo el peso de la palabra a las mismas personas que hacía diez años atrás. Ya no estás dispuesto a morir por las mismas presencias.
Es como si los hilos que te unen a ellos se fuesen alargando en la distancia, mientras cada quien toma su camino, arma sus proyectos, cumple objetivos. Y esto no es malo, al contrario, es el curso de las cosas, porque no puedes vivir pegado a amigos, circunstancias y lugares que ya no existen, porque ninguno es el mismo ya.
Como dice la canción, todos están cambiando y yo no siento lo mismo.
Entonces, ¿Qué pasa cuando te das cuenta de que tantos hilos se van alejando y entiendes, los visualizas todos por primera vez? Ves que (en algunos casos) son demasiados, sientes en tus manos que ya no puedes sostenerlos todos y tampoco te nace hacerlo. No se trata de deshechar personas, porque aun pueden quedar buenos recuerdos y cariño, visitas ocasionales. Tan solo, entiendes que tienes dos manos, con las que puedes sostener algunos hilos, así que empiezas a tirar de ellos, cada vez con más fuerza, más de las que sientes que puedes.
De esta manera, una extraña sensación de soledad puede ir anidando en tu interior, junto a una paz igual de rara, que arrastra un resabio de rabia, culpabilidad y finalmente, resignación.
Con todo esto no quiero decir que la amistad no sea real, por el contrario, no hago otra cosa que afirmar lo que siempre he pensado: la amistad es uno de los vínculos más verdaderos y valiosos que podemos experimentar, tal vez, se trate solamente de aceptar que al igual que nosotros vamos avanzado y cambiando, estos vínculos también lo van haciendo.
Solo debemos tomar bien estos hilos, tensarlos lo suficiente para tocarlos, intentando sacarles un acorde y esperar... Esperar hasta que, una vez extinta la vibración, una nueva nazca desde el otro lado.
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