Through Glass

 

   No he escuchado la canción en un buen tiempo, y, sin embargo, los últimos días ha sonado mucho en mi cabeza, a pesar de que la canción misma solo infiere el tema en su lírica, al complementarla con el vídeo musical y un poco de información de contexto, me hace mucho sentido estos días. La canción es Through Glass, de la banda Stone Sour, una obra cargada de melancolía, tal vez de desprecio hacia la industria del entretenimiento, que muestra una cara hercúlea, cercana al olimpo de un grupo reducido de humanos perfectos, con vidas perfectas, haciendo notar que, tras mirar tras el espejo, podemos darnos cuenta de que aquellos a los que idolatramos, no son más que nosotros. Bien podrían ser versiones de nosotros que estuvieron en el lugar y momento idóneo para ver caer sobre sí mismos un haz de luz dorada.

   Todo esto resulta lejano para mí, a decir verdad. El mundo del cine y la televisión rara vez acapara mi atención, mas, existen formas mucho más cercanas hoy por hoy para encarar esta dualidad, este reflejo deformado que vemos al mirarnos en el espejo, y me dispongo a desaparecer, al menos por un tiempo de este enorme y engañoso espejo: las redes sociales son una forma mucho más pequeña (aunque inmensa en realidad) de este espejo hollywoodense. Incluso, me atrevo a afirmar que son aún más nocivas que esa industria, ya que, a diferencia de ella, en las redes, incluso nuestros cercanos pueden brillar con esa luz, una luz falsa, irreal, que nos hace empequeñecer, volviendo de todo un espectáculo de filtros, a través del cual, la realidad deja de existir.

   Hace un par de días, conversaba con unos cuantos colegas, y uno dio testimonio de todo esto, cuando una persona que tenía agregada a sus redes lo encontró en persona. Lo primero que la persona en cuestión le hizo notar con asombro, es que lucía igual que en sus fotografías. Esto extrañó a mi colega, quien le hizo notar que eso debiese ser lo normal, puesto que el no pudo reconocer a este tercero, justamente porque sus fotos eran muy distintas. Y podría parecer que el tema queda ahí, en una anécdota divertida, donde caras vemos, corazones no sabemos, un refrán que cada día pierde más fuerza, pues ya no podemos confiar ni siquiera en las caras.

   Los alcances de las redes en este sentido son muchas, y perturbadoras, ya que hay que considerar que niños de todas las edades se ven expuestos a ellas. Niños que, sin ver nada de malo en ello, forman su realidad en base a lo que otros dejan ver en este mundo virtual, enamorándose de espejismos, de banalidades que los dejan a merced de muchos males, puesto que ellos, movidos por estas luces “Hollywoodenses” ya no quieren ser niños, lo que los lleva a comportarse “como adultos” cuando en realidad, incluso los adultos comienzan a comportarse como niños.

   Sé que todos estos fenómenos son complejos, y que no soy el primero en darse cuenta, pero todo eso no quita el que empiece a verme afectado, cambiando incluso mis prioridades durante tiempos tan valiosos como el ocio.

   Por esta razón, pretendo hacer el experimento de bajarme, alejarme de ese espejo, para mirarme en los ojos de los otros, lo cual, siento, solo puede hacerse cara a cara, fuera del tortuoso mar digital que es, hoy por hoy, un simbionte de nuestra realidad.

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