El derecho a no hacer nada

   Hoy, conversando con un grupo de amigos por WhatsApp, por un instante se tocó un tema que, al menos una vez por día llena mi cabeza, y es que la máquina en la que vivimos no se detiene, y pareciera que a cada momento que pasa alguien pisará un poco más el acelerador, un conductor indecible y sin rostro, que nos lleva hacia alguna parte, ¿Dónde? No tengo la más mínima idea.

   Uno de estos amigos de la adolescencia se quejaba de una gran contradicción que lo inundaba a horas de la tarde, cerca del medio día: “Acabo de terminar mi pega, como nunca, temprano, y ahora estoy libre… y no sé qué hacer. Me siento culpable, como si aún tuviese algo que hacer y que no estoy haciendo. Es horrible.”

   A su confesión le siguió un mar de bromas y risas, porque este amigo; un joven diseñador, siempre nada en distintos trabajos, entre su contrato principal y “pitutos” que consigue por aquí y por allá, lo que le ha granjeado el apodo de Elpegas.

   No obstante, su momentánea confusión me llevó a pensar, cual si alguien hubiese roto un cristal invisible, que, como ya dije, una piedra revolucionaria rompiese todos los días, a distintas horas. Y es que, en medio de la vida de conexiones y ocupaciones que nos ocupa (valga la redundancia), esta sensación de estar haciendo algo malo al parar por un minuto, mirar el techo, vaciando la mente, desconectando el cerebro, como lo hacía Reese en Malcolm el de en medio, nos parece algo casi herético, como si, de un momento a otro un policía irrumpiera en nuestro cuarto, en nuestra oficina o escritorio, armado con una luma  y gas lacrimógeno, solo para decirnos que está prohibido parar, que debemos volver  al trabajo. Y le preguntamos, ¿Cuál trabajo, si ya terminé todo? Nos mira desconcertado y nos responde “ese no es mi problema, inventa algo, pero está prohibido parar”.

   Este policía mental me recuerda al oficial de King en Mientras escribo, ese oficial que representa la vida adulta y sus obligaciones y deberes, al que nos enfrentamos al recibir un parte por conducir a exceso de velocidad. La pregunta es, ¿Quién puso a ese oficial en nuestra cabeza?

   La respuesta de mis amigos a la abrupta confesión fue otra sarta de posibles ocupaciones de finalidad recreativa, juega con tu gatita; entrena, que ya ayer te quejabas de que no tenías tiempo para hacerlo; ve una película; te recomiendo Dark; juguemos Minecraft, arma el servidor…

   Y yo seguía ahí, pensando… ¿es tan necesario seguir ocupándote? Qué tiene de malo no hacer nada, absolutamente nada, salvo respirar. Y no hablo siquiera de meditar o escuchar música, o cualquier otra cosa, solo parar, apagar el cerebro, que uno o dos minutos de coma inducido y por descontado reversible no te matarán, de hecho, harán todo lo contrario.

   Recuerdo que, en una de mis novelas favoritas, era tal el nivel de ocupación que un grupo de mujeres debía afrontar, que la única forma de descansar, era frenar su corazón por casi un minuto, para luego echarlo a andar una vez más, casi como si de un reseteo informático o de maquinaria se tratase.   

   ¿Tenemos que llegar a ese extremo?

   Este ejemplo es ficción, es cierto, es casi imposible que lleguemos a realizar una práctica como esta y seguir viviendo (al menos hasta donde mis conocimientos sobre anatomía y biología me indican), pero, también hay que recordar que la gran parte de la ciencia ficción que conocemos, ya no puede ser catalogada como tal, asique, la decisión es nuestra: o le hacemos caso al policía en nuestra mente, o no será necesario el esperar a poder realizar la práctica antes mencionada, porque nuestra vida habrá pasado sin siquiera detenernos, reparando el vidrio cada día, y, noticia, no tendremos que detener nuestro corazón a voluntad, porque ya habrá parado por sí solo.

H.K.A

Comentarios

  1. Me temo que esta clase de policías mentales son los que nos han acabado generando a muchas personas un indescriptible miedo al vacío. Pero es cierto incluso en los momentos en que no vas a recibir remuneración por tu ocupación x, siempre tiene que existir dicha ocupación, por tonta que sea. Bueno pues ya ando por aquí. Ahora a ver si el policía digital de google se convence de que no soy un robot y me deja ser suscriptora de pleno derecho.

    ResponderEliminar
  2. Brigido. Totalmente me siento así muchas veces. Gracias por esto.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares